Esta semana los medios informativos que se ocupan de la Red se hacen eco de otra noticia que confirma el nulo interés por convertir a España en una "sociedad del conocimiento". El ayuntamiento de Barcelona ha tenido que cerrar su innovador proyecto de conexión inalámbrica por exigencia de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones -CMT-. El proyecto tenía once nodos de acceso público gratuito en once distritos de la capital catalana, a través de los cuales se podía acceder al portal municipal y a 60 webs de la administración pública. El argumento esgrimido por la mencionada CMT era que "bien sea en una red o en toda internet, se trata de una competencia desleal a las operadoras, por lo que no puede ser un servicio gratuito." Todo ello en la línea marcada por el nuevo Código Penal, que castiga hasta con dos años de galeras a quien "facilite el acceso a servicios interactivos prestados a distancia por vía electrónica (sic)." Es el eterno dilema de la conexión inalámbrica WiFi y las redes ADSL. No se pueden compartir ni entre dos vecinos, aunque su ancho de banda se reduzca a la mitad. Ni prestar, como la pluma o la mujer. Supongo que a alguno de ustedes le habrá ocurrido como a mí, que encendí mi portátil en casa de mi madre y Windows detectó que "había una red inalámbrica disponible". Mi PC se conectó él solo, así que preferí ahorrar la conexión telefónica del módem -llamada que se habría pagado con la pensión de viudedad de mi madre- y pude navegar gracias a la generosidad de algún desinteresado vecino altruista. No sé si entregarme. El caso es que esta noticia de la que me hago eco está relacionada con otras dos bastante recientes. En la primera, el alcalde de Filadelfia -millón y medio de habitantes, nada menos- planea implantar WiFi en toda la ciudad antes de 2006, con conexiones de alta velocidad gratuitas o de muy bajo coste, con lo que los vecinos podrán navegar desde sus casas, en el autobús o sentados al sol en el parque. La segunda viene de nuestro modelo progresista: Holanda. Ya saben la obsesión por los tulipanes que le ha entrado a nuestro Gobierno: matrimonio homosexual con adopción, rumores de legalización de la eutanasia e, incluso, de la marihuana, que el Partido del Cannabis sacó un buen puñado de divertidos votos en las elecciones europeas. Si así ya tienen ocurrencias como las "soluciones habitacionales", la "educación para la ciudadanía", el surrealista desfile de Bono del día 12 o, por supuesto, el "infumable" Código Penal, imagínense con un porro entre los dedos. Lo que seguro que no se les ocurrirá ni engrifados del todo es seguir el ejemplo de Amsterdam, que se convertirá en la primera capital europea donde los portátiles puedan conectarse a la Red desde cualquier sitio por WiFi a un precio irrisorio. Que inventen ellos -como el mismísimo Compact Disc, patentado por la multinacional holandesa Philips-, que nosotros seguimos durmiendo la siesta. No hagan ruido, menudo invento. Éste es el auténtico progreso.