¿Hurtos? ¿Venta de estupefacientes? No. El principal delito en España no es otro que el de la piratería musical. Al menos, esto lo que se desprende de la campaña de la SGAE y otras sociedades guardianes del orden y la moral públicos y los bolsillos propios. La estrategia, en palabras de un sonriente y orondo directivo valedor de la propiedad intelectual -propiedad ajena, que lo contrario sería paradoja- "no pretende amenazar, sólo llamar la atención." Lo cierto es que las imágenes dan a entender lo contrario. Unos jóvenes, ocultos entre sombras -nocturnidad y alevosía- descargan canciones de internet, mientras un nada tranquilizador "Puedes estar cometiendo un delito" suena como única música de fondo. Digo yo que habrán pagado derechos de autor por la frase a los descendientes del Caudillo. Esta semana se ha conocido además que casi un 30% de los usuarios utilizan programas de intercambio de ficheros, por lo que se estima que hay más de 3 millones de presuntos delincuentes. Con la ley en la mano, susceptibles de ser multados y algo más. Y es que usted no es propietario de los discos que compra. No puede prestarlos, ni dejar que ninguna otra persona, salvo usted, los escuche. A no ser que pague el canon que, principalmente la SGAE, impone o negocia. Según la revista "La Clave", esta sociedad envía a sus "gestores de derechos" a lugares tan variopintos como aeropuertos, bingos, boleras, gimnasios, hogares de pensionistas, fiestas patronales o, incluso, sex-shops con espectáculos en vivo, para "pactar" cuánto pagar. Ahora tienen el punto de mira en internet, donde no pueden bloquear los programas P2P ni técnica ni judicialmente. Que consigan lo segundo entra dentro de lo posible en un futuro cercano. Están crecidos pensando que sus amigos han llegado al Gobierno por el mero hecho de informar a su conveniencia en unos cuantos medios de su cuerda -medios, a su vez, muy preocupados porque la banda ancha también descarga con rapidez "sus" caras películas-. Y se lo han creído de tanto que se lo repiten rencorosamente los que se fueron. Que, a efectos recaudadores, eran los mismos perros. No sé si galgos o podencos, porque tengo el ordenador a oscuras mientras se descarga el último... antivirus. Y es que no dejo de estornudar. Será de la alergia que me dan. Por cierto, ¿hay algo más escalofriante que escuchar como Luis Cobos "ejecuta" a Beethoven? Tendrían que pagar ellos, digo yo.
Publicado en
El Día de Tenerife, miércoles 23 de Junio de 2004