Habrá quien piense que la peor noticia de esta semana ha sido la lesión de Ronaldo. Pero prensa y telediarios han tenido que plegar levemente sus velas, y ocuparse de igual modo del tránsito de una de las mentes más lúcidas e inteligentes que ha alumbrado España en las últimas décadas. Me refiero, claro está, a don Fernando Lázaro Carreter. Para "crack mediático", nadie como él. Su presencia en esta columna, lejos de parecer forzada, está plenamente justificada. A su ingente labor como director de la Real Academia de la Lengua Española debemos su modélica modernización, que puso fin a las amarillentas fichas de cartulina para dar paso a la informática y las nuevas tecnologías. El resultado de esta tarea, podríamos decir que "visionaria" para su época, es palpable. Basta con visitar el sitio web de la Academia para darse cuenta de ello. Don Fernando nunca fue ajeno a la fuerza de la tecnología, los ordenadores e internet. Ya en 1987, en sus inmarcesibles "Dardos", comentaba con simpar ironía: "Según insistentes rumores, estaremos pronto cableados, del verbo cablear, que no obedece a un mero trueque de consonantes líquidas..." En ese mismo artículo reflexionaba sobre el uso de los neologismos en nuestro idioma, que en esta época tecnológica abundan. "Soft y hardware" era su título. Para aquellos que sientan curiosidad, o para los neófitos, recordar aquí que "hardware" significa literalmente "quincalla" o "quincallería", término elegido en 1947 por los americanos para designar el conjunto de aparatos que constituyen lo tangible del ordenador. En 1966, y simplemente por contraposición, denominaron "software" a la materia gris, sin sentido propio alguno. En España la Academia optó entonces por términos simples para su traducción: "equipo" y "programas", respectivamente. Hoy el diccionario -en su edición de 2002- ya admite los términos ingleses, tal cual, así como la palabra "computadora" como sinónimo de "ordenador". Lo hace siendo fiel al espíritu flexible y conciliador de don Fernando, partidario de hacer nuestras las palabras que, por su uso generalizado, nos inundan. Aunque en este último caso, a su pesar, puesto que fue el galicismo "ordenador" el inicialmente aceptado para nombrar a nuestras queridas máquinas. Barriendo en esta decisión a "computador" y "computadora", expresiones anglófonas que convivían, -como socarronamente escribió el maestro-, por no poderle averiguar el sexo al invento. Ahora, en época de dirigentes políticos anglófilos y francófobos... vuelve la fea "computadora". Y los programas "se ejecutan" y "se corren", como los ahorcados. Qué vulgaridad, ¿no cree, don Fernando?
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El Día de Tenerife, martes 9 de Marzo de 2004