Les supongo a todos ustedes al día de la reciente implantación en España del llamado "pasaporte digital". El pasaporte es uno de esos objetos que, quizá, un día feliz de un año feliz quedará erradicado como la viruela. Pasará entonces a ser parte del mundo del coleccionismo, al igual que los sellos. Al menos, es la esperanza que tenemos los que, con cierto idealismo, pensamos que es posible un mundo sin fronteras. De momento, sólo se ha conseguido en parte de nuestro antiguo Continente, en el que los ciudadanos de la Unión Europea podemos transitar libremente. Y, dado que dicha Unión está en continua ampliación -dentro de poco ya seremos 25 los países miembros-, hay lugar para pensar que, efectivamente, el sueño se convierta poco a poco en realidad. Sin embargo, a comienzos del verano, el Ministro de Interior nos sorprendía a todos los españoles con una rueda de prensa en la que aparecía blandiendo un nuevo y flamante modelo de pasaporte. Infalsificable, infalible, inmejorable, inaudito y... digital. La palabra "digital" es casi ya sinónimo de perfección. Salvo en las designaciones de cargos públicos o quizá en la de sucesores, en las que puede no resultar tan fiable. Entre las virtudes del nuevo documento, dos principales: nos ponía a salvo del terrorismo -más o menos-, y se expedía en el acto -en el mismo momento, vaya-. El Ministro aprovechaba la ocasión para ensalzar la modernización de su departamento y la implantación, cómo no, de las "nuevas tecnologías". La noticia tenía sus puntos extraños, que uno no terminaba de entender: ¿Anunciar un nuevo pasaporte justo al comienzo del período de vacaciones? ¿Y dentro de la Unión Europea, a extinguir? Todo bajo control: el antiguo pasaporte seguía siendo válido hasta su caducidad, y sólo sería necesario su cambio a partir de Octubre para entrar... -y aquí el Ministro bajó la voz- en los Estados Unidos. ¡Ah! El misterio estaba aclarado. Hubiera sido más fácil una noticia con el titular: "Estados Unidos obliga a todos los países sin excepción a adaptarse a su tecnología". Como saben, la medida ha tenido un lógico aplazamiento hasta el año 2004, por la imposibilidad material de ponerla en práctica. Los mismos americanos veían seriamente amenazados sus intereses, al impedir la entrada de forma sistemática a viajeros de países "retrasados tecnológicamente" o, mismamente, de España, donde las colas para expedir "en el acto" el documento hacían época.
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El Día de Tenerife, jueves 23 de Octubre de 2003