Publicado en La Opinión de Tenerife,
Miércoles 7 de Junio de 2006
Esta humorada es una de esas cosas que de vez en cuando aparecen de forma virtual en Internet. Y, sin que nadie sepa muy bien el porqué, cobran vida real. Igual que el koala, del que hasta ahora sólo sabíamos que era una especie de bicho marsupial, oceánico y antípodo, pero que de la noche a la mañana se ha convertido en un “fenómeno mediático, contracultural, poliédrico y transgresor de la esfera creativa”. Toma frase, digna de ministra y hasta de consejera cultural. O sea, que el tal Koala no es más que un cachondo que ha caído en gracia y que, por mor de este mundo absurdo, se ha bajado del andamio y se ha montado en el dólar. Suerte que tiene, que no es lo mismo poner bloques que comprar pisos. Y, si no, que se lo pregunten a alguno de los sufridos trabajadores del África subsahariana. O a los negros-negros, tanto da, para que me entiendan
los orgullosos frikis de El Día. Ya está, ya me salió el malévolo juego de palabras de hoy. Perdonen, que me disperso. Vuelvo al
frikismo. A alguien se le ocurrió que sería divertido reivindicar –
el pasado día 25 de Mayo, creo- los derechos de este colectivo oprimido y marginado. Pero, ¿qué es un
friki? Parece que la palabra deriva de la inglesa “freak” –raro-, y define a todos aquéllos a los que les gusta parecer raros. Como el Koala o el sabio de Hortaleza, pero principalmente referido a fanáticos de la ciencia ficción, películas de acción, juegos de rol o de ordenador. Así que si usted se cruza por la calle con un tipo que lleve en la cabeza algo parecido a un casco de moto negro y un sable láser en la mano, ése es un friki. Si otro tipo está disfrazado de Terminator, también es probable que sea un friki o, como poco, un rezagado del Carnaval. Pero si lleva un casco y una taladradora en la mano, y está destrozando la misma calle cual si fuera el padre del propio Terminator, entonces no. Entonces es un operario del tranvía. No es fácil a veces distinguir a los auténticos frikis de los que no lo son. Guíense por la intuición. O por la televisión. Casi todo el que sale allí es friki o lleva camino de serlo. Para concursar en Eurovisión, por ejemplo, hay que ser friki por obligación. También son gente muy rara los políticos, sobre todo cuando inauguran obras públicas. Al paso que llevamos, no se van a quitar el casco de Darth Vader ni para recoger las comisiones. Aunque, bien pensado, creo que se ponen la máscara precisamente para eso, para pasar desapercibidos. Entre tanta gente extraña –que sólo miran el color de la piel y no el color del dinero- nadie se dará cuenta. ¡Ah, se me olvidaba! Mi calurosa bienvenida desde aquí a
la Armada española y a su no menos
caliente marinería. Como metan a un negro en sus pelis, éxito
friki garantizado.